J O S É L U I S B R E A - L A E R A P O S T M E D I A
Breve (y desordenado) antiglosario
-o diccionario de tópicossobre
el arte electrónico.
Arte por ordenador: Nunca decir «arte por ordenador».
En general, utilícense de preferencia los términos en inglés.
Caso de recibir el reproche de esnobismo, argumentar que la evolución
de las tecnologías es ahora más rápida que la de la lengua:
para cuando un término es adecuadamente traducido, la función
o el objeto a que se refiere habrá ya sido reemplazado por otro. Quizás
sea el caso.
Véase «computer art».
Computer art: Al decir de Lev Manovich, “ha muerto”.
Por supuesto esto viene diciéndose hace mucho tiempo y casi de cualquier
técnica, soporte, “forma artística” o lenguaje -pero
casi siempre que se dice, es con razón. Se reconoce a los reaccionarios
en que siempre citan aquello de “los muertos que vos matáis ...”.
Del computer art puede con certeza decirse que ha sido ya abandonado o incluso
que nunca ha producido trabajo de real interés- toda vez que los territorios
de la imagen de síntesis y el arte de programación que le fueron
propios han revelado total impotencia para aportar hallazgos reales a la tradición
de la autocrítica inmanente que caracteriza el desarrollo del arte del
siglo xx.
Cd-rom art: También “ha muerto”, guste o
no. Esta vez lo defiende -entre nosotros- María Pallier, y con mucho
fundamento. Al fin y al cabo, el cd-rom no era (o no es: caso más de
obsolescencia planificada) otra cosa que una tecnología de almacenamiento,
que a duras penas consigue convertirse en un soporte de “distribución”
-dado que su circulación pública no viene todavía apoyada
por una industria (caso por ejemplo, del cd musical). Su único interés
consiste entonces en su capacidad de almacenar cantidades importantes de información,
que el usuario puede recuperar selectivamente (a esto se le mal llama interactividad).
En la medida en que esa posibilidad es ahora accesible a través de la
red, la muerte del cd es un hecho consumado, cuando menos potencialmente. Todo
aquello que puede ser guardado en un cd puede ya
ponerse en la red, y ser desde ella recuperado. La cuestión es entonces
económica: ¿qué tardará menos en implementarse con
eficacia: una red comercialmente soportada de distribución editorial
del cd rom artístico, o una red internet con la implementación
tecnológica suficiente para asegurar que el transporte de grandes cantidades
de información es posible a una velocidad razonable? Apuesten -yo lo
hago por la segunda posibilidad, a ciegas.
Arte electrónico: Suele llamarse así a todo el
que funciona con chismes que se enchufan. Los más informados distinguen
los cachivaches eléctricos de los propiamente electrónicos: aquellos
que en algún rinconcito incorporan bien transistores bien chips, utilizando
alguna tecnología informática. De resultas de este afinamiento
conceptual, tendríamos que una instalación realizada con proyección
de diapositivas pasaría a considerarse “arte electrónico”
sólo en el momento en que el temporizador de la proyección esté
controlado por un chip dependiendo por tanto de la calidad técnica del
cacharrito. Un disparate, vamos.
No parece que nunca ninguna especificación técnica del soporte
debiera considerarse como rasgo pertinente para una categorización estética.
Digital: Formalmente: aquel lenguaje que ha sido traducido a una secuencia
finita de 0s y 1s. Materialmente: a una secuencia igualmente finita de dispositivos
abiertos o cerrados.
Pixel art: Suele decirse que el ordenador es, simplemente,
“una herramienta”, que puede utilizarse exactamente igual que cualquier
otra. Naturalmente, esto es una simplonería, y prueba del equívoco
al que conduce es lo que podríamos llamar pixel art -y traducir por acuarelismo
electrónico. Quien usa el ordenador como si fuera un pincel puede llegar
a este tipo de aberraciones (pintar un retrato puntillista “coloreando”
pixel a pixel). La verdadera herramienta mediante la que se ha producido todo
lo que llamamos arte en el siglo xx se llama: autocrítica inmanente.
Sólo aquellos lenguajes, o dominios de producción significante,
en los que se procede a una exploración crítica de sus propios
límites -contribuyen producciones que legítimamente debemos considerar
“arte”. Y, si acaso, podría pretenderse que el pixel art
explora los límites del lenguaje acuarelístico -pero nunca los
propios (de los que, por cierto y que se sepa, carece). Luego no considerarlo
seriamente.
Multimedia: Mal llamado así. Suele llamarse multimedia
a lo que es “multisoporte”. Debería distinguirse con toda
precisión lo que es un media un dispositivo específico de distribución
social del conocimiento- de lo que es “soporte” -la materia sobre
la que un contenido de significancia cobra cuerpo, se materializa. Un “lienzo”
es soporte como lo es el papel en que se imprime una revista. Sin embargo, una
“revista” es un “media” (esté hecha sobre papel,
sobre soporte sonoro, videográfico o electrónico o hablada o como
se quiera). En todo caso y para entendernos: se llama (impropiamente) multimedia
a aquella producción que incorpora elementos desarrollados en distintos
soportes. Por ejemplo, una instalación multimedia es una que podría
llevar fotografía, pintura, objetos, vídeo, sonido ambiente, etc.
Hoy en día, todo artista que se precie hace instalaciones multimedia
como hace unos años hacía piezas. Darle poco valor a la referencia,
por tanto.
Véase, en todo caso, media-art.
Media-art: En rigor, aquellas prácticas o producciones creadoras
y comunicativas que se dan por objeto la producción del media específico
a través del que alcanzan a su receptor. Pero ésta quizás
sea una definición demasiado restrictiva y exigente (sólo sería
genuino media-art aquél que produjera “medios” de comunicación,
ni siquiera aquellas producciones específicamente realizadas “para”
aparecer en medios de comunicación). Aceptemos laxamente una concepción
un poquito más amplia, pues: asumamos que es media-art todo aquél
que se produce, de modo específico, para su difusión y recepción
efectiva a través de canales mediáticos (revista, radio, tv, internet,
y punto). Por las mismas tendríamos que o bien asumir que el video-arte,
y mucho más aún la video-instalación, no tienen nada que
ver con el media-art, o bien aceptar que su lugar adecuado de difusión
y recepción es únicamente un dispositivo medial en sí mismo
(mismo caso de los proyectos para radio o revistas). Y nunca jamás un
museo. A menos que quisiéramos sostener que el propio museo sea tratado,
en sí mismo, como un mass-media: en tal caso -la confusión crece-
nos veríamos obligados a considerar media-art, por poner un ejemplo,
el programa de producción activista de museos de Broodthaers. No fuera
malo.
net.art: En cuanto al net sí que puede serse riguroso
-y exigente. No porque sea práctica poco común, sino por justamente
todo lo contrario. Ahora que ni zapatería que se precie ni okupa que
se respete carece de página en la red, hay que distinguir muy bien aquellas
cosas que se anuncian o publicitan en ella (sean zapatos, convicciones ideológicas,
currículos de artista o fotografías de instalaciones) de aquellas
otras que ni existen ni podrían existir jamás fuera de ella, porque
su naturaleza es estrictamente neomedial (véase new-media art) y su objetivo
la propia producción de ese espacio público de intercambio comunicativo,
como tal. Como poco, podemos decir que net.art es sólo aquél tan
específicamente producido para darse en la red que cualquier presencia
suya en otro contexto de recepción se evidenciaría absurda -cuando
no impensable. Pero nos gusta apretar aún más: que net.art no
es simplemente aquél que se produce “para” un medio de comunicación
específico novedoso, en este caso la red, sino, vuelta de tuerca más,
aquél que invierte el total de su energía en la producción
“de” dicho media. Corolario: no tanto habría entonces, y
propiamente, “obras” de net.art como “webs” de net.art
-las dedicadas a la producción activista de una esfera pública
de comunicación directa entre ciudadanos, no institucionalmente mediada.
De ahí que la historia del net.art tenga entonces tanta relación
con la del vídeo activismo: antes del net.art, la guerrilla-tv.
Screen art: Las vídeo-instalaciones, prescindiendo por
fin de la horrísona presencia del monitor, de su caja negra. Podemos
tomar su aparición histórica como el resultado de un juego de
doble perversión mutua: por el museo, del potencial subversivo de la
imagen-movimiento (gracias a la video-proyección ahora, definitivamente,
pictorializada, estetizada). Y recíprocamente: por los desarrollos de
un -pese a todo- time-based art, de los tiempos de recepción y lectura
característicos del dispositivo-museo (y su prefiguración espacializada,
estatizante). Conviene permanecer atento a este choque de perversiones conjugadas.
Si no acaban pactando en lo tibio -y como escribiera Baudrillard del contacto
fatal de marxismo y psicoanálisis-, “todavía pueden hacerse
mucho daño”.
New-media art: El que se produce para la red internet y cualesquiera
otras futuras redes de libre disposición pública producidas por
la combinación - industrialmente eficiente- de tecnologías informáticas
y de telecomunicación. Acabarán absorbiendo todos los otros media,
como tales.
Véase net.art.